lunes, 21 de junio de 2010

Natasha, ernesto y yo

Olich Von Kristen se acercó hasta la barandilla y miró largamente la cuidad que no conocía. Ahora que todos estaban muertos, esa anónima conjunción de edificios le era tan propia como cualquier otra, tan ajena como todas. Pensó que ser el último hombre era, de una manera retorcida, un éxito, pero desués se dio cuenta de que el éxito es una mediad que empieza a tener sentido cuando hay dos personas en el mundo. Calculó, a ojo y sin fundamentos, cuanto tiempo le llevaría volverse loco. pero "locura", al igual que "éxito", le resultó un envase vacío.

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