Exactamente igual que la alegría, el amor es también para Fromm un fenómeno de superabundancia. La alegría en último término, tiene que ver siempre con el amor; concretamente, con un amor productivo que se basa en el mutuo respeto e integridad y no en la dependencia. Para Fromm, la alegría es una virtud, pues presupone una acción: el esfuerzo interno de la actividad productiva.
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