domingo, 5 de agosto de 2012

Utopía. Tomás Moro

Sin embargo, eso no modifica mi opinión de que, si se esforzara usted en no execrar las cortes de los príncipes, sus consejos podrían ser allí muy útiles a la cosa pública. Ningún deber lo obliga más que ése de ser un buen ciudadano, según la opinión de su amado Platón de que sólo serán felices los pueblos cuando los filósofos se conviertan en reyes y los reyes en filósofos. ¡Cuán lejana está todavía semejante dicha, si los filósofos no se dignan ayudar a los reyes con sus consejos!

-Los filósofos -contestó él- no son tan egoístas que rehúsen hacerlo; es más: muchos lo han hecho en sus libros, bajo la condición de que quienes gobiernan accedan a seguir sus consejos. Mas, con lúcida cautela, ya previó Platón que, a menos de ser filósofos, los reyes no se adherirán a los consejos de los sabios, estando -como está- empapado su ánimo de ideas perversas desde la infancia, de lo cual el propio Platón pudo percatarse con Dionisio. Si yo propusiera sabias medidas en la corte de cualquier monarca, si procurase extirpar de su reino los gérmenes de graves males, ¿no cree usted que me expulsarían o se mofarían de mí?

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