domingo, 4 de agosto de 2013

Bar del infierno. Alejandro Dolina

Noé fue el primer hombre que plantó una viña. Cuando estaba en plana tarea, se le acercó Samuel y le propuso que la compartieran.

Noé accedió. Samuel mató entonces un cordero y lo enterró secretamente bajo la vid. Luego hizo lo mismo con un león, con un cerdo y con un mono, de modo que la planta se nutrió con la sangre de estos cuatro animales.

Enterada de tales circunstancias, la sabiduría popular se ha complacido en repetir este dictamen: aunque un hombre sea menos valiente que un cordero antes de probar el vino, después de un trago, se jactará de ser fuerte como un león. Si sigue bebiendo se parecerá a un cerdo y después a un mono.

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