domingo, 16 de marzo de 2014

Un yuyo agradecido - Revista VIVA junio 2012. Blanca Cotta

Estamos tan acostumbrados a complicarnos la vida que a veces nos cuesta creer en las cosas simples. El otro día, en el jardín, le perdoné la vida a un yuyo de hojas espléndidas. Más tarde se llenó de flores chiquitas, aéreas, hermosas. Luego las ramitas se llenaron de bolitas de todos los colores. La gente que lo veía aseguraba que era una planta japonesa.

Para mí era algo más que eso ... Era "un yuyo agradecido". Alguien había creído en él... Era yo. Me alegré muchísimo de haberlo dejado crecer, aún creyendo que simplemente iba a estropear la vista del jardín. Después de todo, ¿qué decide qué es un yuyo y qué no lo es? ¿En base a qué criterios discriminamos las plantas? Yo quería dar mis votos por esa plantita silvestre. Y tuve razón. También me alegré de haber confiado en ese pequeño brote vivo del que no se sabía cuál iba a ser su apariencia final.

Pensé que muchas personas se parecen a ese yuyito. No demuestran lo que realmente pueden a menos que alguien les dé su voto de confianza y les permita expresarse. A veces nos resulta difícil entender a algunas personas, pero vale la pena intentarlo.

Quizás se revelen a nosotros como realmente son: sólo hay que tenerles paciencia y darles tiempo. Y cuando uno encuentra alguien que lo entiende se siente más bueno, más brillante, más capaz de ubicarse en la vida y dar de sí a los demás.

"Gracias porque puedo dar ¡padre mío! Nunca más pasará por mi semblante la sombra de una impaciencia. En verdad os digo que vale más dar que recibir." Amado Nervo)

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