miércoles, 22 de abril de 2015

Lo que la ira te hereda. Patricia Rosa Linda Trujillo Mariel

Tal vez el error más grande de la naturaleza del ser social es pensar que está solo y que por ello, cuando algo le sucede a alguien, sólo allí queda el daño. Y no es así. Todos formamos parte de todos, y por ello lo que le sucede a uno le sucede a todos.
Que la sociedad actual enseñe como imperativo el ser violento, iracundo y temido, trae como pronóstico a muy corto plazo el declive y la debacle de la humanidad, porque quien enseña a amar se ama y quien promueve la paz se enriquece. Pero aquel que aprecia a la paz como obstáculo y al amor como debilidad logra que la capacidad de expresión de su talento genere el botón rojo de su autodestrucción. Y si un humano se destruye expresa el inicio de la destrucción de todos.
Es como un juego de dominó en el cual se ponen de pie las fichas. Cuando mejor formadas están, si algo las mueve, todas se caen. El impacto que condicionó la caída no afectó a todas, sólo movió a una, pero esa fuerza bastó para consumar la caída de todas. Y si no se frenan las expresiones de ira y violencia en los sujetos con estrategias de calidad acabarán como en el caso de las fichas de dominó, “tirando” a toda la sociedad.
La clave es la educación. Pero no cualquier tipo de educación, sino la educación que aprecia a los valores, al arte y a la naturaleza con el carácter de sustentabilidad.
Mientras el ser humano no se responsabilice de los mecanismos a través de los cuales se difunde el conocimiento, no se logrará modificar la tendencia autodestructiva que la ira social actual revela.

En la medida en que las personas se consideren valiosas y con valor se podrá concebir un proceso educativo de calidad en el cual la ira sea entendida como una emoción que puede modelarse y no como un factor de dominación. Esto permitirá replantear la expresión de Maquiavelo y generar una nueva conceptualización del temor en la cual el temor sea apreciado como la reverencia. Y así, “más vale ser temido que amado” se entenderá: “más vale ser reconocido que amado” Y este reconocimiento partirá de la capacidad que tenga la persona para valorar lo importante que es por el simple hecho ser un individuo.

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