miércoles, 15 de octubre de 2014

Pensamientos y Meditaciones. Khalil Gibrán

... mi amor por él era una mezcla de pena y simpatía. Lo amaba porque sus pecados no nacían de un espíritu pequeño: eran más bien las acciones de un alma perdida y desesperada.
El espíritu, queridos hermanos, se desvía del sendero de la sabiduría sin quererlo, pero vuelve a él voluntariamente. Cuando los torbellinos de la juventud soplan polvo y arena, los ojos quedan enceguecidos por un tiempo.
Amé esa juventud porque vi la paloma de su conciencia luchando contra el halcón de sus maldades. Y vi que la paloma resultaba dominada no por cobardía sino por la fuerza de su enemigo.
La conciencia es un juez justo pero; débil. La debilidad lo hace impotente para cumplir su juicio.
Dije que lo amaba. Y el amor adopta diversas figuras. A veces la de la sabiduría, otras la de la justicia, frecuentemente la de la esperanza. Mi amor por él mantenía mi esperanza de ver que la luz triunfara en él sobre la oscuridad. Pero no sabía dónde ni cuándo su vicio se transformaría en pureza, su brutalidad en mansedumbre, su imprudencia en sabiduría. El hombre no sabe cómo hace el alma para liberarse de la esclavitud de la materia hasta después de encontrarse libre. Tampoco sabe cómo sonríen las flores hasta que llega la mañana.

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