Hace más de 100 años, en una época sin informática ni técnicas avanzadas de procesamiento de datos, Mark Twain acuñó una de sus frases más conocidas y geniales: "Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas".
Desde luego, este aforismo interpretarse literalmente. Si así lo hiciéramos, deberíamos entender: A) que todas las estadísticas son mentiras, B) que en la jerarquía creciente de las mentiras las estadísticas son las peores, C) que, paradójicamente, las estadísticas son una gran contribución a nuestras decisiones ya que sólo tenemos que interpretar lo inverso de lo que ellas nos sugieren.
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Con un operador estadístico tan sencillo como los promedios, se puede expresar un hallazgo fabuloso como el siguiente: "Un reciente relevamiento demuestra palmariamente que la inmensa mayoría de los seres humanos tiene un número de manos superior al promedio".
"Nuevos estudios estadísticos revelan que el matrimonio es la mayor causa de divorcios en el mundo".
"Según un estudio estadístico anual, el Servicio Meteorológico acierta su pronóstico diario un 48% de los días. En virtud de este reciente hallazgo, el nuevo director de la institución ha propuesto divulgar diariamente un pronóstico exactamente opuesto al calculado y alcanzar así una efectividad del 52%. De esta forma, en su primer día de trabajo, habrá aumentado la precisión del servicio en 4 puntos porcentuales".
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