Pasó toda la noche escribiéndole un poema, pero la
inspiración no llegó por lo que se conformó con imprimirle los que más le
gustaban de Girondo, Benedetti, Blake, Whitman, Sanchez-Mejorada, Carillo,
etc. Metió las hojas en un sobre con una simple nota que decía, mi inspiración
es mucha pero mi talento poco, me ayudé de algunos amigos para expresarte lo
que sentía.
[…]
Pepe y Chaleco se fueron dejándolos solos, cosa que
Verónico anhelaba desde que llego. El sacó su sobre y se lo puso en la mano
sosteniéndola y viéndola profundamente a los ojos. Le dijo: perdona el
atrevimiento por expresarme usando a otros como conducto y perdona también el
atreverme al decirte que si pudiera, yo mismo te lo hubiera escrito así.
Lo bonita que era ella se fundía por completo en su
magnífica sonrisa, su forma de expresarse y su inteligencia. Fueron veinte
minutos maravillosos, únicos, diferentes, sinceros, profundos, orgásmicos.
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