El animal vive naturalmente su animalidad. El hombre,
en cambio se las ingenia, invierte seso e imaginación para ser animal. En este
punto el mundo ha cambiado poco o nada. El Eclesiastés seguirá teniendo razón
cuando afirma que “nada nuevo hay bajo el sol”. La práctica de la destrucción recíproca
–en forma de sutiles odios, de contraposiciones ideológicas o de gases y
crematorios es autodestrucción.
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